jueves, 21 de febrero de 2008

La muerte de Basil Hallward

"Hoy la rabia me dominó como nunca, obligándome a cometer el peor de los pecados... Era una noche oscura, yo volvía, exhausto, a casa muy tarde. Fue cuando en una esquina vi un hombre con un abrigo un poco vulgar y un maletín en la mano. Nos cruzamos y me dí cuenta en seguida que se trataba de Basil Hallward, quise evitarlo pero me reconoció. Me dijo que me andaba buscando desde hace un largo rato en mi casa. Volvimos a la misma. Entramos con llave por lo que los criados no se dieron cuenta. Él me dijo que teníamos que hablar seriamente en lo que refería a mi vida personal y la forma en la que la llevaba. Primero traté de evadirlo, sin éxito. Su discurso empezó con su acostumbrada preocupación, después enumeró cada una de mis faltas que según él eran de dominio público. Le dije que no me importaba y que confiara en mí. ¡Tendría que ver tu alma!-fue lo que respondió. Esas palabras retonaron en mi cabeza y le dije que lo haría si me acompañaba. Subimos al ático, tomé la llave que guardo con tanto cuidado, abrí la puerta y todo estaba igual. Pasé, lo mismo hizo Basil. Después de un rato, y con mucha determinación, jalé la cortina. El pintor dejó escapar un gesto de horror, me preguntó y le expliqué la verdad del cuadro. Quedó pasmado y yo consternado. Fue cuando vi el cuadro y luego a Basil, de repente se apoderó de mí un odio incontrolable. Entendí que, finalmente, todo era culpa de Basil por pintar el retrato y debía odiarlo. Cogí un cuchillo que encontré por ahí y antes de darme cuenta le había clavado el cuchillo por detrás de la oreja. Se oyó un gemido sofocado. ¡Todo había pasado tan rápido! Entonces sentí una extraña tranquilidad, salí al balcón y la niebla se había disipado..."

No hay comentarios: